miércoles, 25 de noviembre de 2015

UNA FURTIVA LÁGRIMA

La agujita del reloj gira siempre en el mismo lugar. Rara vez se detiene, pero con pila vuelve a girar. Sin embargo, el tiempo no es igual. Alrededor del reloj las cosas cambian, los días pasan. Todo muta, se transforma. Pero el reloj no, sigue en la pared, con más o menos polvo, pero siempre igual. ¿Cuándo fue el momento, el instante efímero en que todo cambió?. ¿Cuándo fue que no lo vi venir, a este cartílago de presente que intento digerir? ¿Cuándo fue que mi cama se hizo eco de la ausencia de tu sudor, de tu calidez, de tu espíritu? No lo vi. No me lo advirtió nadie, nada más que el instinto, cegado y entorpecido, por la fantasía del corazón. Y ese inútil caído, enterrado muy lejos de acá. Olvidado, desgarrado y estropeado persiste en la aguja del reloj, detenido en algún momento, en algún espacio inconcluso del universo. ¿Cuando fue que pasó tanto tiempo? O quizás no fue el tiempo que pasó tanto, si no que yo aún sigo recordando tanto. Tanto de allá, pero sintiendo tanto de acá, de ahora y nada más. ¿Cuándo fue en que las canciones me vibraban tristeza y nostalgia en lugar de deleitar? ¿Cuándo fue que tu nombre se volvió una palabra inexplicable, una negación en mi diccionario cuando antes era todo lo contrario? ¿Cuándo fue que te esfumaste de la captación de mis ojos? ¿Cuándo fue que a mis oídos les costaba rememorar tu voz, a mi cintura imitar tus abrazos y mi cuello recapitular tus besos? ¿Cuándo fue el momento en que dejaste marchitar esta flor que con tan pocos años todo tu amor te dio? Y ahí cae, se desliza, rapidamente recorre un camino, pasando por todas las sensaciones y ahí llega, a la mejilla y de allí a la pera, decidiendo si dejarse arrojar al vacío o quedarse una vez más para recordar. Pero finalmente se decide, dejándole el camino abierto a la siguiente. Y se arroja, sin sentir culpa, sin sentir dolor, pues todo ya lo sufrió esa furtiva lágrima.